Dr. Miguel Carasol: Medalla de Oro al Mérito Científico del COEM

El apellido Carasol en el sector dental es sinónimo de Periodoncia. Y es que la labor de Miguel –permítannos la licencia, pero es buen amigo de esta revista– en pro de esta disciplina, y de la Odontología en general, le han hecho merecedor de la Medalla de Oro al Mérito Científico del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región.

—¿Qué ha supuesto para usted la concesión por parte del COEM de la Medalla de Oro al Mérito Científico?
—Cuando lees o escuchas a otras personas que estos reconocimientos suponen para ellos un honor, casi das por sentado que es un tópico. Hasta que te toca a ti. En ese momento, te das cuenta de lo importante que es trabajar y esforzarte mucho a lo largo de los años, y de que alguien se fije en ello. Recibes la noticia; se te queda cara de niño pequeño; piensas «¿por qué a mí?», y solo se te ocurren dos palabras: honor y gratitud.

—Lleva presidiendo desde hace años la vocalía de Periodoncia de la Comisión Científica del COEM. ¿Cuándo comenzó su vinculación con el órgano colegial?
—Oficialmente, estoy vinculado con el Colegio desde el 3 de mayo de 1988. He participado como vocal de Periodoncia en las Comisiones Científicas presididas por los doctores Javier Alández y Eugenio Grano de Oro. He de decir que, a pesar de las horas intempestivas de las reuniones, siempre han sido gratificantes y muy divertidas.

—¿Qué ha supuesto el Colegio a lo largo de su carrera?
—Lo debe dar el nombre. De la misma manera que «el cole» cuando eres pequeño, el Colegio te acoge, te enseña, te forma, te pule, te indica por dónde van las cosas; te permite relacionarte con tus compañeros y te ofrece la posibilidad de formar parte de un grupo, algo muy importante en una profesión tan atomizada como la nuestra. Llevo treinta años viendo evolucionar a mi Colegio y lo está haciendo constantemente a mejor.

—Este tipo de reconocimientos profesionales son fruto de muchos años de trabajo. ¿Desde siempre le interesó la Periodoncia?
—Como tantas veces pasa, no. Yo siempre he querido ser médico. Estudiando Medicina quería ser pediatra a toda costa. Posteriormente, un amigo me dijo que me presentara a la oposición para Estomatología, que era meses antes que el MIR. Aprobé, entré, y me pregunté lo de siempre: «¿Qué hago yo aquí?». Tiempo después, el Dr. Mariano Sanz vino de California con la idea de montar un Máster de Periodoncia. Otros seis «inconscientes» y yo dimitimos como profesores colaboradores y asociados de la Facultad, y nos hicimos alumnos de la primera promoción de ese máster. Nunca pudimos elegir mejor. La Periodoncia lo tiene todo para seguir estimulando tu curiosidad.

—¿Cómo recuerda sus primeros pasos profesionales?
—Sinceramente, con frío. Recuerdo ir con el Dr. Guillermo Casares a un sótano de la Avenida de América. Además de las curetas, nos llevábamos un infiernillo salvador.

Posteriormente, mi padre me dejó un Seat 124 para ir patinando por las carreteras heladas de El Escorial «a hacer Periodoncia». Luego ya me fui quedando por Madrid y entré en calor.

—Ya nos ha dejado claro que en algún momento pensó que había tomado el camino equivocado…
—Por supuesto. Soy un firme seguidor del verso de Luis Rosales: «He caído tantas veces que el aire es mi maestro». Pero aquí estamos, cada vez más contento con el camino por donde voy.

—¿Se imagina en otra profesión que no esté relacionada con «el diente»?
—Hablando con profesionales «maduretes» como yo, a veces nos imaginamos estar en otras profesiones muy diversas, algunas de ellas muy peculiares. No obstante, al final siempre seguimos en este mundo, no solo porque no sepamos hacer otra cosa, sino porque cada día es más fascinante y queda mucho por realizar.

—¿Cuáles han sido sus referentes a lo largo de su carrera profesional?
—Pregunta clave. En mi familia, además de mis padres y hermanas, mi tío Alfonso, poeta y escritor: jamás conoceré a un contador de historias como él. En Medicina, el Profesor Pallardo: diabetólogo maravilloso que enseñaba Medicina de una forma peculiar nunca reproducida. En Estomatología, el Profesor Antonio Bascones: ¡Qué paciencia ha tenido conmigo En Periodoncia, el Profesor Mariano Sanz: referente absoluto para mí y para casi todo el mundo en esta especialidad. En SEPA, David Herrera: estoy en deuda perpetua con él, aparte de ser una de las personas más brillantes que he conocido en mi vida. En mi vida profesional, cientos de personas (¡esto no tiene precio!), pero hay un grupo especial: mis amigos de la «prehistoria» y primeras promociones de Periodoncia. Para evitar que nos llamen viejos, nos autodenominamos «Los Vintage». Somos incombustibles, como la aldea de Astérix.

—Clínico, profesor, investigador… ¿Cuál de sus facetas y etapas le han marcado más tanto en el plano profesional como personal?
—Tengo la suerte de que todo me gusta y de que ha habido épocas muy diferentes en mi vida profesional, pero nunca han sido estancas al cien por cien. Además, no ser el mejor en nada te permite jugar a todo, por lo que al final sumas, y eso siempre es bueno.

—¿Qué le han enseñado sus pacientes en los años de práctica clínica?
—Psicología, humanidad y humildad. ¿Qué más puedo pedir?

—¿Qué ha representado SEPA (Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración) en su carrera?
—Esta Sociedad ha pasado de ser un club clasista a un modelo de gestión con un objetivo claro: «Periodoncia y salud bucodental para todos». Y esto no es criticable, es evolutivo. Hoy en día, SEPA es un ejemplo de Sociedad bien gestionada y con objetivos muy claros. Actualmente, ocupa una gran parte de mi tiempo profesional, y estoy muy agradecido y orgulloso de que sea así. La Medicina Periodontal, bien entendida, es nuestro gran objetivo a todos los niveles desde SEPA, y en eso estoy, colaborando muy activamente con el COEM, por cierto.

—La investigación también ha sido pieza esencial en su trayectoria. ¿Qué conclusiones más relevantes han aportado sus estudios?
—Hace treinta años investigábamos en lo que se podía, y era muy variado, desde SIDA hasta regeneración periodontal, todo lo que podíamos hacer. Actualmente tengo la suerte de colaborar con un grupo de investigación muy potente de la Facultad de Odontología de la UCM (ETEP), aportando lo que puedo en aspectos de Medicina periodontal. También estamos trabajando en un proyecto muy ambicioso de epidemiología periodontal a nivel de la población trabajadora en España, combinando datos bucodentales con parámetros sistémicos.

—¿Se entiende la Odontología sin investigación? ¿Se cuida este campo lo suficiente?
—La respuesta es obvia. Se ha terminado una de las frases que más daño ha hecho a nuestra profesión: «A mí me va bien». Todo debe basarse en la evidencia científica, aunque hay algunos gurús que se amparan en este sacrosanto principio para diferenciarse del resto de los mortales. En definitiva, donde esté el término medio… Sin duda, todo lo que se investigue es poco.

—Como profesor, ¿qué les ha tratado de transmitir a los alumnos en sus clases?
—Que todo está en los libros y en la web, menos la ética, la experiencia y la responsabilidad de trabajar con enfermos. Esta profesión es esencialmente clínica, por lo que, más que Odontología y Periodoncia, los alumnos deben aprender a ser dentistas y periodoncistas. Es fundamental.

—Parece que las noticias negativas se han ido apoderando del sector en los últimos años. Plétora, mercantilización,… ¿tiene esperanzas de que la situación mejore a corto plazo?
—La sociedad está cambiando de una forma drástica y, por tanto, nuestro mundo profesional también. Es verdad que nuestros cimientos se están removiendo, pero todo se asentará, sin ninguna duda. Lo que está claro es que somos un colectivo que debe unirse para luchar contra muchas dificultades, como la mala praxis, venga de donde venga, el mercantilismo, las políticas educativas erróneas, etc. Por otro lado, entonemos también el «mea culpa»: cuando todo era «el mundo feliz», y se ganaba dinero sin importar demasiado el control de calidad de los tratamientos, no se hablaba de las amenazas del futuro. Seamos coherentes: unámonos y fortalezcamos nuestro mundo interior. La siguiente fase es enfrentarnos al mundo exterior, pero siendo fuertes de verdad.

—¿Cómo se podría recuperar la imagen que el profesional de la Odontología tenía hace años?
—Lo necesario es que nuestra profesión avance y se reinvente. En el fondo es un problema de autoestima. Los dentistas (y, por supuesto, los higienistas) somos profesionales que tenemos el poder de cambiar para bien la vida de nuestros enfermos, no solo en una caja llena de dientes y encías, sino en un organismo entero. ¡Eso sí que es un lujo! Pero nos lo tenemos que creer y, sobre todo, hacer que los jóvenes estén orgullosos de esta profesión, que es maravillosa. ¿Que hay dificultades? Démonos una vuelta por el África Subsahariana o por el Centro de Parapléjicos de Toledo. Somos unos privilegiados.

—¿Le queda algún sueño profesional por cumplir?
—Conseguir que la Medicina y la Odontología estén cada vez más fusionadas. Y no debería ser un sueño.